Todos los días (o casi), tomo la misma ruta; los mismos tiempos, los mismos semáforos, a veces los mismos coches de lado, la señora que se pinta mucho, la niña que me choca como maneja, el que se queda viendo con una mirada extraña…
Uno de estos días de camino a la oficina descubrí que, sin querer, soy parte observadora de una comunidad que se ha desarrollado a través del tiempo frente a mis ojos.
Estaba detenida en un semáforo, cuando observaba a las mismas personas que veo día a día, el niño de publimetro, el señor del reforma, la señora que pone su tiendita, el chico que vende tarjetas de Telcel, etc. Y de pronto estaba ahí, sin notarlo, como la oficina a la que uno llega todos los días, la comunidad que crece en torno a un semáforo.
El chico de Telcel saluda a la señora que llega arrastrando las cosas en su carrito para poner su tienda, rápidamente le dice que él la ayuda y lleva el carrito a la esquita donde está su puesto de lámina. Ahí, él ayuda a sacar las cosas y platican de cómo les fue de regreso el día de ayer.
El chico del publímetro habla con el del chico del reforma; venden los mismos periódicos, escritos por mucha gente distinta, con muchas visiones e intereses encontrados, pero ellos solo hablan del tiempo que les llevó llegar ahí.
El señor del tsuru blanco saluda al chico de los chicles y le dice: “¿ahora si traes mentolados?” -“no, pero mañana seguro le traigo!”-
El chico que vende jugos ve llegar el coche de la niña que le gusta, la que solo un día le compró un jugo de toronja… ¿le comprará jugo ese día?, piensa mientras va a ayudar al de Telcel a poner el puesto de la señora.
Junto a ellos pasa la viejita que pide dinero, con la falda azul de ayer, anteayer, y el día anterior. Lleva el mismo delantal y la bolsa de mandado. Ella no habla con nadie, solo camina con sus piernas lentas y desgastadas, y sus calcetas azules que le cubren del frío, este día llegó más tarde…
Todos los días la oficina de algunos de los semáforos de la ciudad, se abre a las 6:30 am, todos deben llegar temprano, todos deben llevarse bien para conservar un buen clima laboral, todos lucharán en el mismo momento, con el mismo objetivo, en el mismo lugar. Si llueve se mojarán juntos, si hace calor, tendrán calor juntos, si hay problemas, se sentirá la tensión entre ellos, y cada uno abordará un cliente, le limpiará el vidrio, o le ofrecerá café “to go”, le llevará los cigarros que prometió, o el periódico que siempre lee.
Todos los días atravesamos estas oficinas ambulantes, de las que somos parte sin saberlo, contribuimos a la productividad del día, podemos ser parte de un buen día o de uno malo.
1 comentario:
una de esas cosas en las que no te paras a pensar, ni siquiera lo notas, hasta q un dia te das cuenta de tu participacion en ese microcosmos y como a su vez es parte de tu cotidianeidad, muy buena observacion mona algo en lo q yo personalmente no habia caido en la cuenta y creo q ahi hablo x el 99.9% de la poblacion de esta ciudad devoradora de humanos.... sigue escribiendo así
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